¿A quién no le ha dado cutucutu o
culillo? Por muy macho que aparente ser un hombre tiene que reconocer que muchas
veces en la vida ha le han temblado las corvas, por ejemplo, cuando lo hayan
espantado. En este sentido se tienen la creencia que las mujeres son mas guapas
que los hombres, pero que cuando se dice: ¡A correr!, no hay quien las alcance,
así vayan entaconadas y con falda estrecha.
Pero, ¿de dónde salió lo de cutucuto para expresar el susto, el
pavor y hasta el terror? Muy sencillo. Todos estos pueblos tienen un origen y una
tradición campesina, y con ellos siempre han estado las aves de corral
principalmente del orden de las especies galliformes,
cuya matrona es y lo será siempre la gallina.
La siguiente pregunta es de dónde sale
la asociación de la palabra gallina con el aterrador calificativo de cobarde que
tanto esquivamos los hombres? Según lo gallinólogos parece que es debido al
exceso de desconfianza que muestran estos animales ante cualquier cosa o
elemento que les parezca extraño.
Según un estudio publicado por la
Revista Nature, el comportamiento de respuesta ante la desconfianza se puede
relacionar con las expectativas vitales de las especies; expectativas que pueden
ir desde la comodidad del lugar donde habitualmente se encuentran, hasta el
número de crías que van a tener; provocando todo esto que se muestren más o
menos desconfiadas en función de lo que “tengan que perder”, y en el caso de la
gallina, de la cantidad de pollitos que salen de su enculecada.
Para muchos lingüistas el sonido cutu, cutu, con el que llamamos a las
gallinas para que se acerquen a comer el maíz, junto con el guau, guau con el se referencia a los
perros son las primeras onomatopeyas que se le escuchan a los niños. Por otro
lado, expresan los sicólogos del comportamiento infantil que el juego de la gallina ciega enseña a los niños a despertar todos los sentidos, además de la vista, para
ubicarse espacio temporalmente ya que se juega con los ojos vendados. Así, los
niños también aprenderán a moverse con mayor confianza y agilidad.
¿Recuerda usted con quiénes jugaba a
la gallinita ciega?, ¿y se cayó muchas veces cuando le tocó ser gallina?, y
¿también jugó a poner huevos cuando se trataba de la gallinita ponedora? Si
puede contestar estas preguntas es porque sí tuvo una infancia.
Juan Manuel Pérez