lunes, 17 de diciembre de 2018

Cosiámpiro



“Mijo, cójame ese cosiámpiro que está allá en esa caja”. La palabrita “cosiámpiro”, quién creyera, es la más útil del diccionario, ya que saca de apuros a cualquier olvidadizo o ignorante en determinados nombres de objetos.  Claro pues que un olvido lo puede tener cualquier cristiano, o si no, pregúntele a la abuelita por ese alemán que le hace perder la cabeza, de apellido Alzheimer.

Para encontrar el origen de “cosiámpiro” tenemos que remontarnos, quién creyera, nada más y nada menos que al mismo Aristóteles cuando hablaba a sus discípulos sobre aquél fluido hipotético, invisible, elástico, sin peso y que llena cualquier espacio permitiendo el paso de la energía.  Más de uno, posiblemente se imaginó algún de esos gases groseros que se nos escapan a los animales, desde las bestias hasta los hombres y mujeres más civilizados; pero no, se trataba de otro fluido mas complejo llamado éter.
 

Ahora bien, cuando uno de los alumnos más indiscretos de Aristóteles le preguntó por nombre de aquel compuesto químico, el filósofo retorció los ojos como un ternero degollado y simplemente extrajo del griego la palabreja “cosiamphiro” que significa lo que gira alrededor de las cosas; igualmente le pasó al sabio Paracelso y a otros más desnucados, puesto que la palabra “éter” solo apareció en 1730 en boca del francés Augusto Frobenius.    
 
Así pues que debemos a este pensador griego el grandioso descubrimiento, no solo del fluido, sino también del sustantivo “cosiámpiro” (cosa), del verbo“cosiampirar” (funcionar), del adjetivo “cosiacudo” (raro), y quién lo creyera, de “Cosiaca”, un personaje simple, gracioso y vagabundo, de nombre José García que vivió en las calles de Antioquia, Colombia a finales del siglo XIX, célebre por sus cuentos llenos de humor que aún se pueden escuchar de boca de muchos abuelitos.
(Juan Manuel Pérez)
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario