lunes, 16 de octubre de 2017

Cantar la tabla y cantar las cuarentas






En el primer caso, por supuesto que se trata de las fastidiosas tablas de multiplicar, con las que se mide el aceite a los estudiantes de las escuelas de primaria. Muchos se preguntarán cuál fue el desocupado matemático que se le ocurrió amargarles la vida a todos los niños: pues nada más y nada menos que el filósofo griego Pitágoras de Samos, cuatro centurias antes de nuestra Era, lo que significa que hasta el Niño Jesús, en la humilde escuelita de Nazaret, por allá en los montes de la Baja Galilea, le tocó también pararse frente de un viejo maestro a cantarle, a capela, las tablas del uno hasta la del nueve.


Los que leen los Santos Evangelios recuerdan que Jesús a sus doce años se le escapó a sus padres, precisamente para ir al templo a explicarles las tablas de multiplicar a los judíos, y más tarde en el mismo templo les cantó a los mercaderes la tabla del nueve (la más dura) y furibundo los expulsó a punto de látigo, por aquello de que la letra y los números, con sangre entran.


En la Península Ibérica cuando alguien regaña a una persona por algo, o cuando alguien quiere ponerle los puntos sobre las íes, se dice, “cantarles las cuarenta”, en lugar de las tablas. El origen de esta expresión se debe al famoso juego de cartas llamado "tute", del italiano tutti: para todo desocupado. Y durante la partida, quien consigue reunir el rey y el caballo de un mismo palo obtiene 40 puntos, los cuales se “cantan” (o se dicen en voz alta) para que el resto de jugadores lo sepan. Así, que durante el juego y en la vida diaria, los malgeniados españoles se viven amenazando con frases como “a ese gilipollas le voy a cantar las cuarenta”.


El hecho de amenazar con las “tablas” o las “cuarenta” mediante el verbo cantar, indica que ambas expresiones pertenecen al género de la cantaleta, discurso oral mutilado, vacío y reiterativo de fórmulas estereotipadas cuyo objetivo es el de establecer y/o mantener el sentimiento de culpa en el receptor. Ahora bien, este canto que generalmente a capela no es litúrgico, ni gregoriano, pero sí se acerca a las famosas letanías o rogativas (66 a la Virgen María y otras 65 a los demás santos), y en donde a cada una se contesta la misma invocación: ora pronobis (ruega por nosotros).



Por Juan Manuel Pérez


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