domingo, 2 de abril de 2017

¡Se quedó con los crespos hechos!



 
Ser indio o parecerse a los indios  era para nuestros antepasados paisas un desprestigio, pues asumían tener en alguna medida una ascendencia española, así no fuera exactamente de los reyes, ni de su hija más cuerda, Juana La Loca.

Así que  nuestros tátara y bisabuelos se esforzaban para que sus hijos no tuvieran  rasgos indígenas, ni siquiera en el pelo. De ahí que pasaran horas y horas encrespando con las manos el cabello de los niños y niñas, pues tenerlo rizado equivalía a pertenecer a una familia de fundillo aristocrático, mientras que tenerlo liso daba a entender que era hijo de cualquier indio patirrajado.
 
Hubo tías solícitas en encrespar y aclarar el cabello de las jóvenes en la edad de merecer, mediante jugo de limón, ramas de manzanilla y hasta agua oxigenada para obtener bucles y rizos angelicales. Ésta labor de tirones y jalones de mechones, se iniciaba desde la víspera de asistir a una cita con el amado, y a cuántas de estas pobres solteronas regresaron entre sollozos a su casa, porque las dejaron plantadas y con los crespos hechos.  

Juan Manuel Pérez
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario