lunes, 18 de febrero de 2019

Le dio cutu cutu






¿A quién no le ha dado cutucutu o culillo? Por muy macho que aparente ser un hombre tiene que reconocer que muchas veces en la vida ha le han temblado las corvas, por ejemplo, cuando lo hayan espantado. En este sentido se tienen la creencia que las mujeres son mas guapas que los hombres, pero que cuando se dice: ¡A correr!, no hay quien las alcance, así vayan entaconadas y con falda estrecha. 
 

Pero, ¿de dónde salió lo de cutucuto para expresar el susto, el pavor y hasta el terror? Muy sencillo. Todos estos pueblos tienen un origen y una tradición campesina, y con ellos siempre han estado las aves de corral principalmente del orden de las especies galliformes, cuya matrona es  y lo será siempre la gallina.
 

La siguiente pregunta es de dónde sale la asociación de la palabra gallina con el aterrador calificativo de cobarde que tanto esquivamos los hombres? Según lo gallinólogos parece que es debido al exceso de desconfianza que muestran estos animales ante cualquier cosa o elemento que les parezca extraño.
 

Según un estudio publicado por la Revista Nature, el comportamiento de respuesta ante la desconfianza se puede relacionar con las expectativas vitales de las especies; expectativas que pueden ir desde la comodidad del lugar donde habitualmente se encuentran, hasta el número de crías que van a tener; provocando todo esto que se muestren más o menos desconfiadas en función de lo que “tengan que perder”, y en el caso de la gallina, de la cantidad de pollitos que salen de su enculecada.
 
 

Para muchos lingüistas el sonido cutu, cutu, con el que llamamos a las gallinas para que se acerquen a comer el maíz, junto con el guau, guau con el se referencia a los perros son las primeras onomatopeyas que se le escuchan a los niños. Por otro lado, expresan los sicólogos del comportamiento infantil que el juego de la gallina ciega  enseña a los niños a despertar todos los sentidos, además de la vista, para ubicarse espacio temporalmente ya que se juega con los ojos vendados. Así, los niños también aprenderán a moverse con mayor confianza y agilidad.
 

¿Recuerda usted con quiénes jugaba a la gallinita ciega?, ¿y se cayó muchas veces cuando le tocó ser gallina?, y ¿también jugó a poner huevos cuando se trataba de la gallinita ponedora? Si puede contestar estas preguntas es porque sí tuvo una infancia.

Juan Manuel Pérez